"Venta de garage y el valor de las cosas pequeñas"
Capítulo 5 del libro “Resolución”
de la escritora Carmen Yasko.
(Parte I)
Ese fin de semana del mes de mayo pasadas las tres de la tarde, llegó a la casa una señora como de mi edad diría yo, paseaba entre las mesas viendo las cosas que había, registrando las cajas, caminando lentamente, no compró nada pero se quedó parada en una de las esquina de los mesones, me miraba a lo lejos hasta que me acerque y le pregunte: ¿Va a comprar algo? ¿en que la puedo ayudar?, con suave y entrecortada voz, como con pena diría yo, me preguntó, sin contestarme la pregunta que le hice:¿Hablas español?, si claro, le dije; “qué bueno” me dijo ella, “porque yo no hablo nada de inglés, tengo aquí bastante tiempo, pero nada que aprendo”.
Seguí organizando un poquito las mesas y ella seguía allí parada, me preguntó desde donde estaba, “Y tú de dónde eres?, Venezuela le dije. “Qué bien, yo soy de México, y cómo te llamas?”, Carmen, le conteste, “Qué bonito nombre” me dijo, “yo me llamo ×Sonia, bueno no me llamo, me llaman Sonia.”
En ese momento no le estaba prestando atención, con el tiempo y con tantas decepciones que le pasan a uno en la búsqueda de nuevos amigos, te vas haciendo una coraza para que no te vuelvan a herir, es como que vas perdiendo el interés, te vas conformando con eso de que tus amigos están allá en tu país de origen y que cuando viajes los ves de nuevo, pero ×Sonia seguía allí, me dijo: ¿Tienes niños?, si, le dije, una, la que esta sentada allá, señalando el sitio en donde estaba. “Yo tengo dos, barones, y dime,¿tienes amigas”?
En ese momento le preste atención, le conteste inmediatamente: Tengo por miles, todas maravillosas, siempre hablamos y nos contamos como va todo... me callé. “Hummm”, murmuró y.. ¿están aquí, tus amigas?, dijo. - No, allá, le respondí. “Y tu esposo.. ¿tienes?”, si, le contesté, aquel que está allá dormido, en aquella silla, nos causó risa que mi esposo estaba con la boca abierta y roncando. “El mío esta trabajando, el tuyo qué hace?” Está retirado le conteste, pero es casi un genio, sabe de todo, albañilería, carpintería, plomería, cocina, me ayuda en la casa.” “Hummm”, murmuró de nuevo.
¿Y tú qué estudiaste?, más vale que no me hubiese preguntado eso, porque entonces me senté a contarle y presumir de las cosas que sabía, los sitios que había visitado, comencé a actuar exactamente como la amiga ×Claridad, de las que le hablé en el capitulo anterior. Hoy recuerdo y me avergüenza como actúe en ese momento. Sonia había sido tan linda y tan real; como manera de excusa ( aunque no hay excusa posible para esa actitud) debo decir que se lo adjudique al síndrome de claridad, me contagié de la terrible personalidad de aquella mujer.
Me calle por un momento, pero no me disculpé, me paré y le dije: “Tu esposo te debe estar esperando, ya esta oscureciendo y me dijo con voz suave nuevamente: “No, el sabe que estoy aquí, ya debe estar por pasar a recogerme”, me hizo otra pregunta como para finalizar: “Mira y tú... ¿crees en Dios?”
No sabía que contestar, es un tema tan controversial y después de haber metido la pata no quería hundirme más en el trastorno de personalidad de ese día, pero algunas veces cuando no tenemos mucho que decir entonces nos extendemos como buscando respuestas en la cabeza; comencé que si los ×Romanos, que si los templos antiguos y comienzo de los siglos. Mientras más hablaba más me enredaba, más gamelote (torpezas) hablaba y menos entendía lo que estaba tratando de decirle.
“Esta bien” me contesto ella, “ya más o menos se de lo que hablas”, se le notaba medio aburrida ( y no la culpo) me dijo:“No importa si crees o no o de que manera creas, está bien para mi... pero yo si creo sabes y hace tiempo que le he pedido una amiga, para no sentirme tan sola en este país, alguien que hable mi idioma, que tenga costumbres por lo menos parecidas a las mías; porque como yo no hablo inglés se me hace difícil la vida aquí ..y ya no te quito más tiempo, me voy, es tarde, seguro que mi esposo se quedo dormido, pero me voy contenta sabes, porque creo que mi ×Dios me escuchó, mira.. y ¿dónde vives? Le señale la casa de enfrente y le dije: Allí, allí está mi casa.
Capítulo 5 del libro “Resolución”
de la escritora Carmen Yasko.
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