Quien lleva consigo el don de la amistad, responde de manera serena, observa con atención las peticiones de otro y si es suyo el error, lo acepta noblemente y además de aceptarlo, toma acciones para corregir su error, sin que sienta hacia ello la obligación por el reclamo, sino que asume la responsabilidad de su acción procurando repararla en el menor tiempo posible y buscando que la tolerancia y la afinidad sean un asunto cultural.
En la amistad se da auxilio oportuno al dolor y al sufrimiento. Se ofrece atención a quien la necesita, se da el consejo adecuado en el momento justo, sin esperar que esta acción sea devuelta por el sujeto de nuestra ayuda. Simplemente se ayuda y se procura el alivio oportuno y espontáneo.
Para ser un buen amigo hay que conocer el valor de la vida. Para ser amigo, hay que entender cómo es que las cosas existen, por qué y con qué sentimientos fueron creadas. Pensar que Dios sólo expresaba amor cada vez que creaba un nuevo ser, sería un buen camino para comprender el sentimiento de la amistad, de la sinceridad, del desinterés
Sé comprensivo y bondadoso contigo mismo, sé amigo de ti mismo en primera instancia. Ofrécete amor y comprensión, respeto sincero y, cuando te sientas débil o, sientas dolor en tu corazón, habla a tu corazón con amor, así como lo haces con aquellos a quienes llamas amigos, cuando sientes que ellos lo necesitan.
Procura la armonía y admira la belleza en ti mismo, antes de reconocerla en los demás y cuando descubras esto y sientas que verdaderamente te estás amando, te estás respetando, te estás ayudando a superar las vicisitudes de la vida... entonces habrás encontrado el sentimiento de la amistad.
Ahora, ya puedes ofrecer lo mismo a los demás. Ahora, ya sabrás lo que es la amistad.
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