Por: Mauricio Ibáñez, Consultor en Entorno y
Sociedad
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Durante siglos, la humanidad ha
trabajado y luchado por cosas como la libertad, la autonomía y la
independencia. Desde continentes y naciones hasta familias e
individuos, construimos un paradigma que se quedó con nosotros para
siempre. En la historia de nuestro país, la llamada “lucha por la
independencia” era un esfuerzo por separarnos de la dominación
española y todas sus implicaciones, pero no era una lucha,
necesariamente, por la libertad. Fueron muchos los conflictos por
los que nuestra nación tuvo que pasar para poder establecer un
estado de derecho donde funcionara la democracia; y aún hoy nos
cuesta romper el paradigma de la búsqueda de “independencias” y
“autonomías”.
Entrando en la segunda década del
siglo 21, Colombia debate en los diálogos de paz las regiones
autónomas, la radicalización de la descentralización y la
autodeterminación de instituciones y municipios. Y cuando aún queda
mucho por hacer en este tema, resulta que el mundo está dando un
giro radical en la dirección opuesta.
La conectividad global con la
Internet, las redes sociales, la velocidad de transmisión de las
noticias, están dotando al planeta de una gran inteligencia
colectiva y convirtiéndolo en una comunidad enorme, interconectada.
Hoy, la independencia de las naciones es casi un mito y no son los
gobiernos los que gobiernan. El concepto de independencia
individual sólo es aplicable en contextos muy definidos, y la
libertad de las redes sociales se ha salido de control. Hoy en día
la violencia verbal ha invadido los espacios comunes de interacción
de la red mundial, y se ha convertido en un alto costo de la
conectividad, un costo que no tenemos más remedio que asumir.
Sin embargo, paralelamente ha ido
surgiendo la tendencia hacia la generación espontánea de nuevas
comunidades globales que nos han enseñado que la conectividad tiene
aspectos positivos que se pueden aprovechar, y que nos están dando
lecciones de vida.
Hoy podemos firmar una petición
global para contribuir a una causa humanitaria; unir voces
individuales para crear coros de cinco mil personas que antes
estaban aisladas en sus casas. Hoy podemos ser parte de algo
grande, no importa que tan tímidos, recluidos e independientes
seamos. Y esta tendencia nos enseña algo muy importante para la
recuperación de la confianza en nuestro país: podemos unir nuestras
libertades individuales en grandes redes de interdependencia y
empezar a reconstruir la nación, región por región, departamento
por departamento, municipio por municipio, con – o a pesar de – de
disputas políticas internas que están cayendo lentamente en la
obsolescencia.
Profesionales y comunidades
podemos, en todos los rincones de la geografía nacional, participar
activamente en la construcción de una gran comunidad capaz de
reconstruir el país mediante la aplicación de fortalezas
individuales en grandes esfuerzos colectivos. Herramientas como el
ordenamiento territorial, los planes de desarrollo y los mecanismos
de participación ciudadana establecidos en nuestra Constitución,
están disponibles para que las aprovechemos. Lo único que
necesitamos es comprender que nos necesitamos unos a otros y
declarar la interdependencia.
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